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EDGAR POE.

cas de Apollonio, los himnos y ditirambos de Píndaro y las cuarenta y cinco tragedias de Homero el Jóven.

Allí Fernando Fitz-Tossillus Feldspar hizo una reseña de los fuegos subterráneos y de las capas terciarias, aeriformes, fluidiformes y solidiformes; de las esquitas y chorlos; de la micaesquita y la pudinga; el cianito y el lipidolitho; la amatista y la tremolita; el antimonio y la calcedonia; el manganeso y todo lo que quiso hablar.

Allí estaba YO; que hablé de mí, de mí, de mí y de mí; de Nasología, de mi folleto y de mí. Enseñé mis narices, y hablé de mí.

— ¡Hombre feliz! maravillosa criatura! dijo el Príncipe.

— ¡Soberbio! dijeron todos los convidados; y la mañana siguiente, su Gracia de Dios-me-Bendiga me visitó.

— ¿Vendréis á Almack, preciosa criatura? me dijo ella, haciéndome una caricia en la barba.

— Os lo prometo bajo palabra de honor, la contesté.

— ¿Con todas vuestras narices sin escepcion? me preguntó.

— Por mi vida que sí, respondí.

— Hé aquí una esquela de convite, bellísimo ángel. ¿Diré que vendréis?

— Querida Duquesa, con todo mi corazon.

— ¡Quién os habla de vuestro corazon! con