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HISTORIAS ESTRAORDINARIAS

poco recordaba á propósito de pórticos, uno que él tenía allí, en un palacio secundario, en una especie de arrabal llamado Carnac, formado de ciento cuarenta y cuatro columnas de treinta y siete piés de circunferencia cada una, y distante una de ótra veinte y cinco piés. Íbase desde el Nilo á este pórtico por un paseo de dos millas de largo, cercado de esfinges, estátuas y obeliscos de veinte, sesenta y aun cien piés de elevacion. El palacio mismo segun pudo acordarse, tenía en una sola direccion dos millas de largo y cómodamente tendría siete millas de saperficie. Las paredes interiores y esteriores se hallaban ricamente adornadas de pinturas geroglíficas. No pretendía afirmar, sin embargo, que hubiera podido construirse entre los muros de un palacio cincuenta ó sesenta capitolios como el del Doctor; pero que no le habian demostrado de qué manera sería posible amontonar allí con gran trabajo doscientos ó trescientos. Y en resúmen el palacio de Carnac no era más que una insignificante casita. En consecuencia el conde no podia negarse á reconocer la magnificencia, el estilo ingenioso, la superioridad de la fuente del juego de bołos, tal y como el Doctor la habia descrito. Nada igual, preciso es confesarlo, se ha visto nunca fuera ni dentro de Egipto.

Pregunté al conde qué pensaba de nuestros caminos de hierro.

—Nada de particular, dijo.—Son algo débiles bastante mal concebidos y toscamente ensam-