un sombrero sin alas, unas botas de cuero denueva invencion, unos guantes de cabritilla de color de paja, un lente, un par de patillas y una corbata de moaré. La diferencia de talle entre el doctor y la momia — su proporcion era como de dos á uno — dió lugar á que no pudiéramos ajustarla la ropa tal y cual era nuestro deseo; pero cuando todo se arregló, no podia negarse que estaba bien vestida. Mr. Gliddon dió entonces el brazo al conde y le llevó á una cómoda butaca, enfrente de la chimenea, mientras el doctor pedía á un criado vino y cigarros.
Bien pronto se animó la conversacion. Inmensa era la curiosidad que teníamos por saber la causa estraña por la cual Allamistákeo estaba vivo.
— Yo hubiera apostado — dijo Mr. Gliddon — á que hacía muchísimo tiempo que estaba usted muerto.
— ¡Cómo! — replicó el conde espantadísimo¡Si apenas tengo setecientos años! Mi padre vivió mil, y absolutamente pensaba en chochear cuando murió.
Siguió á esto inmensa série de preguntas por medio de las cuales sacamos en consecuencia que la antigüedad de la momia habia sido torpemente calculada. Cinco mil quinientos años y algunos más hacía que la momia se depositó èn las catacumbas de Eleuchias.
— Pero mi reparo — volvió á decir Mr. Buckingham — no es sobre la edad de usted en la época