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HISTORIAS ESTRAORDINARIAS

bajo este clima de hielo? ¿Cómo, en fin, debo juzgar del hecho de haber ayudado y aun incitado á este miserable títere, este doctór Ponnonner, para que me tirase de las narices?»

Cualquiera creeria, sin duda alguna, que al oir semejante discurso y en tales circunstancias, habríamos escapado á correr ó sido acometidos del más violento ataque de nérvios, ó nos hubiéramos desmayado por unanimidad. Cualquiera de estas tres cosas hubiera sido probable y natural. Cualquiera de estas tres líneas de conducta hubiera sido muy lógica. Y bajo mi palabra aseguro que no comprendo cómo fué no seguir ninguna. Pero quizá la razon verdadera debe buscarse en el espíritu de este siglo, que procede exactamente por la ley de las contradicciones, considerada hoy como solucion de todas las antinomias y fusion de todo lo contradictorio. Y sobre todo quizá á causa del tono y maneras sumamente naturales y familiares con que la momia se nos dirigió, se alejaría de nosotros toda idea de terror. Sea lo que sea, el hecho positivo es que ninguno de nosotros dió la menor señal de espanto, ni se le ocurrió que allí pasaba algo de particular.

Por mi parte puedo decir que me hallaba convencidísimo de que todo aquello era muy natural, y que con mucha tranquilidad de espíritu me coloqué al lado y fuera de distancia de puñetazo del Egipcio. El doctor Ponnonner se metió las manos en los bolsillos del pantalon, miró á la