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EDGAR POE.

décimas de broma, montamos una batería eléctrica en el gabinete del doctor, y allí nos trasladamos con nuestro Egipcio.

Muchos trabajos pasamos para descubrir alguna parte del músculo temporal, que nos pareció el de menos rigidez marmórea entre todos los del cuerpo; pero como natural y racionalmente esperamos, ningun indicio de susceptibilidad voltáica esperimentó la víctima cuando la pusimos en contacto con el hilo eléctrico.

Este primer ensayo nos pareció decisivo y todos, riéndonos á carcajadas de nuestro absurdo, nos dábamos ya recíprocamente las buenas noches, cuando por casualidad fijé la vista en los ojos de la momia, y en ella se me quedó clavada de espanto. La primera mirada me bastó para cerciorarme de que los ojos que nosotros creíamos de vidrio y que como tal se caracterizaron por su singular fijeza, se hallaban en aquel momento tan encubiertos por los párpados que solamente quedaba visible un poco de la túnica albujinea.

Lancé un grito, y llamé la atencion sobre este hecho, que bien pronto fué para todos evidentísimo.

No diré si este fenómeno me alarmó, porque tal palabra en este caso no seria precisamente la verdadera, la adecuada; pero tal vez me encontraria algun tanto nervioso.

En cuanto á mis compañeros, ningun esfuerco hicieron por ocultar su marcadísimo terror.