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HISTORIAS ESTRAORDINARIAS

tremecer al principio, y que después me intere¬ só profundamente, haciendo nacer en mi alma oscuras visiones de mi primera infancia, estra- ños recuerdos, confundidos, prensados, de un tiempo en que mi memoria aun no recordaba na¬ da. No sabré definir mejor la sensacion que me oprimía, que diciendo que me era difícil desem¬ barazarme de la idea que ya había conocido es¬ tar colocada ante mí, en una época muy antigua, en un pasado estraordinariamente remoto. Esta ilusion, sin embargo, se desvaneció con tanta rapidez como me había asaltado, y yo no me ocupo de ella más que para señalar el dia de la última plática que tuve con mi singular homó¬ nimo.

La antigua y gran casa, en sus innumera¬ bles subdivisiones, comprendía muchas grandes habitaciones que comunicaban entre sí y servían de dormitorio al mayor número de colegiales. Había naturalmente (como no podía menos de suceder en un edificio tan malamente trazado) una porcion de vueltas y revueltas, puntas y desperdicios de la construccion, que el ingenio economista del doctor Bransby, habia transfor¬ mado igualmente en dormitorios; pero como es¬ tos no eran más que pequeños gabinetes, no po¬ dían servir más que á un solo individuo. Una de estas pequeñas piezas estaba ocupada por Wilson.

Una noche, hácia el fin de mi quinto año de colegio, ó inmediatamente después del altercado