locura, tan natural en su edad, generalmente desnuda de madurez y de esperiencia; que su sentido moral, sino yá su talento y su prudencia eran mucho más buenos que los mios; y que yo seria un hombre mejor y por consiguiente más dichoso, si hubiera desechado menos repentinamente los consejos incluidos en estos cuchicheos significativos que no me inspiraban entonces más que un ódio tan cordial y tan amargo desprecio.
Así yo llegué á ser con el tiempo escesivamente rebelde á su odiosa vigilancia y detestaba cada dia más abiertamente lo que miraba como una intolerable arrogancia. He dicho que en los primeros años de nuestras relaciones mis sentimientos para con él hubieran fácilmente degenerado en amistad; pero durante los últimos meses de mi estancia en el colegio, aunque la importunidad de sus maneras habituales sin duda fué disminuida en mucha parte, sin sentimientos, en una proporcion casi semejante, me habían inclinado hácia un ódio positivo. Lo conoció en cierta circunstancia, y desde entonces evitó mi presencia ó afectó evitarla.
Esto sucedió casi en la misma época, si bien recuerdo, en que en un altercado violento que con él tuve, en que hubo perdido su habitual reserva, y hablaba y accionaba con una impetuosidad casi estraña á su naturaleza, descubrí ó imaginé descubrir en su acento, en su aire, en su fisonomía en general, algo que me hizo es-