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HISTORIAS ESTRAORDINARIAS

bre mi corazon el apetecido efecto, parecía regocijarse secretamente de la panzada que me había dado, y mostrarse singularmente desdeñoso á los públicos aplausos que el éxito de su ingenio le hubieran conquistado fácilmente. ¿Cómo nuestros camaradas no adivinaban su designio, no lo veian puesto en obra, y no participaban de su burlona alegría? Esto fué durante muchos meses de inquietud un enigma indescifrable para mí.

Quizás la gradual lentitud de su imitacion la hiciese menos visible, ó más bien debía yo mi tranquilidad á la apariencia de maestría que tomaba tan perfectamente el copista, que desdeñaba el estilo, todo lo que los espíritus obtusos pueden comprender fácilmente en la pintura, no limitándose más que al perfecto espíritu del original para mi mayor admiracion y mi mayor disgusto personal.

He hablado muchas veces del aire irritante de proteccion que habia tomado conmigo y de su frecuente y oficiosa intervencion en mi voluntad. Esta intervencion tomaba habitualmente el carácter enfadoso de un consejo, consejo que no era dado abiertamente, sino sugerido, insinuado. Lo recibía con una repugnancia que crecía á medida que crecía en edad. Sin embargo, en esta época ya lejana, quiero hacer la estricta justicia de reconocer que no recuerdo un solo caso en que las sugestiones de mi rival hubiesen participado de este carácter de horror ó de