torral de viejas herraduras dentadas. ¡Qué profundas sensaciones de tristeza inspiraba! Nunca se abría más que para las tres salidas y entradas periódicas de que he hablado; y entonces, en cada castañeteo de sus robustos goznes, encontrábamos una plenitud de misterio; todo un mundo de observaciones solemnes ó de meditaciones más solemnes todavía.
El vasto recinto era de forma irregular y dividido en muchas partes, de las cuales tres ó cuatro de las mayores constituían el pátio de recreacion. Estaba llano y cubierto de menuda y áspera arena. Recuerdo bien que no habia en ella ni bancos, ni árboles, ni cosa que se le pareciese. Estaba situado naturalmente tras del edificio. Ante la fachada se estendía un jardincito, plantado de bojes y otros arbustos; pero no penetrábamos en este sagrado óasis más que en rarísimas ocasiones, tales como la primera entrada en el colegio ó la partida última, ó tal vez cuando un amigo, un pariente, habiéndonos hecho llamar, tomábamos alegremente el camino de la casa paterna, en las vacaciones de Navidad ó de San Juan.
Pero la casa, ¡qué curiosa muestra de edificio antiguo! ¡qué verdadero palacio encantado para mí! Era difícil en cualquier momento dado, decir con certeza, si se encontraba uno en el primero ó en el segundo piso. De una á otra habitacion, se estaba siempre seguro de encontrar tres ó cuatro escalones que subir ó que bajar.