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HISTORIAS ESTRAORDINARIAS

Lo que puede traducirse así:

Mil, mil, mil,
Mil, mil, mil.
Un hombre solo ha degollado á mil!
Mil, mil, mil, mil,
Cantemos siempre mil!
Hurrah!—Cantemos, cantemos sin cesar:
Viva nuestro rey que supo degollar
Con tanto desparpajo de hombres un millar.
Hurrah, hurrah, hurrah,
Hurra, hurra, ha...
Con todas vuestras fáuces
Gritad, gritad, gritad:
Más sangre ha derramado el Rey nuestro señor
Que vino dá la Siria,
Viva el que á mil mató!

— ¿Ois esos trompetazos1'

— Sí, el rey llega. Ved al pueblo jadeando de admiracion y levantando los ojos al cielo con el más fervoroso de los cariños! ¡Ya llega! ya llegó! aquí está.

¿Quién? ¿dónde? ¿El Rey? no le veo, juro á usted que no le veo.

— Estareis ciego.

— Lo estaré, pues solo veo inmenso tropel de idiotas y de locos que se precipitan para prosternarse delante de un gigantesco cameleopardo y que se esfuerzan por dar un beso al animal en una de las patas. Ved, la bestia acaba ahora mismo de espachurrar á uno del populacho, y ahora á otro y á otro, ¡y á otro! A la verdad que me admi-