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HISTORIAS ESTRAORDINARIAS

Supongamos, lector gracioso, que estamos en el año del mundo tres mil ochocientos treinta, y que solo por algunos minutos trasportados nos vemos al mas fantástico de los habitáculos humanos, en la notabilísima ciudad de Antioquia. Verdad es, que entre las de Siria y las de otras partes, hubo hasta diez y seis ciudades de este nombre, sin contar en ellas aquella de que esclusivamente nos vamos á ocupar. La nuestra, pues, es la llamada Antioquía Epidaphné, por hallarse en ella un templo consagrado á esta divinidad. Fué fundada (aunque esto es cuestionable,) por Seleuco Nicator, primer rey del país despues de Alejandro el Grande, en memoria de su padre Antioco, llegando inmediatamente á ser la capital de la monarquia Siria. En los dichosos tiempos del imperio romano, era la residencia ordinaria del Prefecto de las provincias orientales; y muchos emperadores de la ciudad eterna (entre los cuales debe hacerse especial mencion de Verus ó Valenti,) pasaron en ella gran parte de su vida. Pero se me figura que hemos llegado á la ciudad. Subamos á esta plataforma y echemos una ojeada á ella y sus alrededores.

— ¿Cuál es ese rápido y ancho rio que se abre paso saltando de cascada en cascada por medio de tantas montañas y de tantísimos edificios?

— Es El Oreste, cuyas únicas aguas, á escepcion de las del Mediterráneo, vemos estenderse como vasto espejo unas doce millas al Sur. Todo