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HISTORIAS ESTRAORDINARIAS

de la fidelidad y de las promesas de mis mejores amigos, persuadido de que ante un paroxismo de mayor duracion que los ordinarios, acabarian por dejarse convencer de que mi muerte definitiva era indudable. Hasta llegué á suponer, que con el fastidio continuo que les causaba, se alegrarían de encontrar en un letargo duradero, pretesto para librarse de mí. En vano trataban de tranquilizarme con reiteradas protestas y promesas, pues no paré hasta exigirles me jurasen de un modo solemne, que por nada en el mundo dejarían fuese enterrado, antes de que la descomposicion llegara á un grado que quitase toda duda respecto á la certidumbre de mi muerte.

Ni aun este juramento bastó para tranquilizarme, para disipar mi terror perpétuo; así es que tomé multitud de precauciones originalísimas. Entre otras, reconstruí el panteon de mi familia, de modo que la puerta pudiera abrirse por sí misma á favor de muchos resortes colocados en el interior, de tal manera, que la presion más leve en uno, bastase para abrirla. Dejé libre entrada al aire y á la luz, hice colocar agua y provisiones en diversos nichos abiertos cerca de la caja, que también almohadillé perfectamente, y á la cual puse una tapa construida con las mismas condiciones que la puerta, es decir, con resortes que obedecían á la presion más ligera. Además, una cuerda atada á mi muñeca, comunicaría con una campana colocada en el sonoro centro de la bóveda del panteon.