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EDGAR POE.

engranajes invisibles. No se ha roto todavía el arco, y aun puede vibrar la cuerda.

Es forzoso conceder á priori, que los numerosos ejemplos que todos los dias se presentan de interrupción en la vitalidad, justifican la sospecha de que los entierros prematuros deben abundar. Pero además de tan lógica consideración, ahí están para acabar de demostrarla, los médicos y la esperiencia. Podría en caso necesario referir un centenar de casos plenamente justificados; citaré entre otros uno que acaba de producir en Baltimore profunda sensación, y cuyos pormenores son bastante curiosos. La esposa de uno de los ciudadanos más apreciados de dicha población (abogado de gran talento y miembro del Congreso), fué atacada de una enfermedad súbita é inesplicable, en la cual se estrellaron todos los esfuerzos de los facultativos. Al cabo de mil sufrimientos, murió ó cayó por lo menos en un estado tan parecido á la muerte, que nadie sospechó, ni pudo sospechar, la quedase el mas leve soplo de vida. Dilatadas sus enflaquecidas facciones por una larga enfermedad, presentaban la inmovilidad de la muerte; los ojos vidriosos, los lábios con palidez marmórea, y los miembros helados. No se percibía pulsación alguna, y espuesto por espacio de tres dias el cuerpo, llegó á adquirir la rigidez de una estátua. Aceleróse el funeral al cabo, en vista de ciertas señales de descomposición; se depositó el cadáver en un panteón subterráneo de la familia, que