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HISTORIAS ESTRAORDINARIAS

Boston, de Boston á Baltimore, y de Baltimore å Richmond.

Y si estremecido el corazon por estos preludios de una historia lastimera, dais á entender que el indivíduo no es tal vez el solo culpable, y que debe ser difícil pensar y escribir cómodamente en un país en que hay millares de soberanos, soberanias mercantiles, formadas trabajosamente sin sentimientos delicados, como por lo regular sucede á los hijos del tráfico, en un pais sin capital hablando propiamente, en un país sin aristocracia, entonces vereis que los ojos del americano despiden chispas y que su boca, inflamada por el patriotismo, lanza injurias sin cuento á la Europa, su vieja madre, y á la filosofía sana de los antiguos tiempos.

Edgar Poe no estaba al nivel de su pátria, ni los Estados Unidos estaban al nivel de Poe.

Los Estados Unidos son un país gigantesco y niño celoso hasta la hipérbole del viejo continente. Orgulloso de su desenvolvimiento material, anormal y casi monstruoso, mira con desprecio todo lo venerando que no tiene, ni puede tener.

La actividad material, exagerada hasta las proporciones de un febril delirio, deja bien poco lugar en los espíritus para las cosas que no son de la tierra.

Poe, naturaleza elevada, y que creía que la desgracia de su país era no tener una aristocra-