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HISTORIAS ESTRAORDINARIAS

bía hecho, mas no encontraba ningun medio de sustraerme á ello y temí turbar con una negativa la prodigiosa serenidad de mi pobre amigo. Si hubiera podido contar con el auxilio de Júpiter, no hubiera dudado en llevar por fuerza á su casa á nuestro loco; pero conocía muy bien el caso de una lucha personal con su dueño, en .cualquier circunstancia. No dudé que Legrand tuviese el cerebro inficionado de una de las innumerables supersticiones del Sud, relativas á los tesoros enterrados, y que esta imaginacion no hubiera sido confirmada por el hallazgo del escarabajo ó quizás aun por la obstinacion de Júpiter en sostener que era un escarabajo de oro verdadero. Una cabeza predispuesta á la locura podia muy bien dejarse llevar de semejante sugestion, sobre todo, cuando ella estaba en perfecto acuerdo con sus ideas favoritas, preconcebidas. Despues recordé el discurso del pobre muchacho relativamente al escarabajo, indicio de su fortuna. Sobre todo, estaba cruelmente atormentado y confuso, pero en fin resuelto á oponer contra el destino buen corazon y cavar de buena voluntad para convencer á mi visionario lo más pronto posible, por una demostracion ocular, de la vanidad de sus ensueños.

Encendimos las linternas, y emprendimo nues tro trabajo, con una igualdad y un celo dignos de una causa más racional, y como la luz caia sobre nuestras personas y útiles, no pude