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EDGAR POE.

nos iluminaban todavía débilmente la eminencia en donde estábamos colocados. Al bajar el escarabajo sobresalía de las ramas, y si Júpiter le hubiese dejado caer habría caido á nuestros piés. Legrand tomó inmediatamente la guadaña y desenmarañó un espacio circular de tres ó cuatro yardas de diámetro, justamente debajo del insecto y habiendo concluido esta maniobra, ordenó á Júpiter dejar la cuerda y bajar del árbol.

Con un cuidado escrupuloso, mi amigo enterró en la tierra una estaca en el sitio donde había caido el escarabajo y sacó de su bolsillo una cinta de medir. La ató por una punta en el pedazo de tronco más cercano á la estaca, la estendió hasta ella y continuó desarrollándola así en la direccion dada por estos dos puntos, la estaca y el tronco, en la distancia de cincuenta piés. Durante este intérvalo Júpiter segaba las malezas, con la guadaña. En el punto asi encontrado, clavó una segunda estaca que tomó como punto céntrico, y alrededor del cual describió groseramente un círculo de cerca de cuatro pies de diámetro. Tomó entonces una azada y dió otra á Júpiter y otra á mí, suplicándonos cavar cuanto más deprisa nos fuera posible.

Hablando francamente, no había tenido nunca aficion á semejante entretenimiento, y en el presente caso lo hubiere dejado con muchísimo gusto: porque la noche avanzaba y me sentía regularmente fatigado por el ejercicio que ya ha-