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HISTORIAS ESTRAORDINARIAS

cima de una montaña horriblemente escarpada, cubierta de bosque de la base á la cima, y sembrada de enormes pedruscos que aparecian desparramados en confusion sobre el suelo y de los cuales muchos serian infaliblemente precipitados en los valles inferiores sin el socorro de los árboles, contra los cuales se apoyaban. Profundas torrenteras irradiaban en diversas direcciones, dando á la escena un carácter de solemnidad más lúgubre.

La plataforma natural, sobre la cual estábamos encaramados, estaba tan espantosamente llena de zarza, que vimos que sin la guadaña, nos hubiera sido imposible abrirnos un camino. Júpiter, obedeciendo las órdenes de su amo, comenzó á despejarnos un camino hasta el pié de un hilipífero gigantesco que se elevaba en compañía de ocho o diez encinas, sobre la plataforma, descollando sobre todas, así como sobre todos los árboles que yo habia visto hasta entonces, por la belleza de su forma y de su follage, por el inmenso desenvolvimiento de sus ramas y por la magestad general de su aspecto. Cuando hubimos llegado á este árbol, Legrand se dirigió á Júpiter y le preguntó si se creia capaz de trepar por él.

El pobre viejo pareció ligeramente aturdido por esta cuestion, y permaneció algunos instantes sin responder una palabra. Sin embargo, se aproximó al enorme tronco, dió lentamente una vuelta alrededor de él y le examinó con una