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HISTORIAS ESTRAORDINARIAS.

gun derecho misterioso al trtul<t de com . pañero y amigo.

Sin embargo, se le hacían frecuentes invitaciones de parte de los vecinos.

—¿El baron, nos honrará con su presencia? El baron, ¿se dignará de hacer parte de la batida de javalí que tenemos dispuesta? «Mertzengerstein no caza,» Mertzengerstein no irá:» tales eran sus altivas y lacónicas respuestas.

Estos insultos reiterados no eran para sufridos por una nobleza imperiosa; tales invitaciones fueron menos cordiales, luego menos frecuentes, y con el tiempo cesaron de todo punto. Se oyó á la viuda del infortunado conde Belifitzing espresar el deseo de que el baron estuviese en casa cuando deseara no estar, puesto que desdeñaba la compañía de sus semejantes; y que estuviese á caballo cuando quisiera no estar, puesto que preferia á la suya la compañía de un caballo.

Esto seguramente no era mas que la esplosion necia de un resentimiento hereditario, y probaba qua nuestras palabras son singularmente absurdas, cuando queremos darles una forma estraordinariamente enérgica.

Las gentes caritativas atribuian, sin embargo, el cambio de costumbres del jóven baron al senitimiento natural de un hijo que pierde á su padre prematuramente, olvidando su atroz é indolente conducta durante los días que siguieron inmediatamente á esta pérdida.

Hubo quienes lo achacaron simplemente á una idea exagerada de su importancia y de su dignidad; y otros á su vez, y entre ellos se citaba al médico de la casa, hablaron sin titubear de una melancolía mórvida y de un mal hereditarío. Entre tanto, corrían entre la muchedumbre insinuaciones mas tenebrosas, de naturaleza mas equívoca.

Y en verdad, la adhesion perversa del baron á su caballo, recientemente adquirido, adhesion que parecía adquirir nueva fuerza en cada nuevo ejemplo, que daba el animal de sus feroces y diabólicas inclinaciones, se hizo á la larga á los ojos de todas las gentes razonables una ternura horrible y contra natura. Al medio dia y á media noche, enfermo ó sano, en la calma ó en la timpestad, el jóven Metzengerstein parecía clavado á la silla del caballo colosal, cuyas intratables maneras concordaban tambien con su propio carácter.

Habia además circunstancias que, sumadas con acontecimientos recientes, daban un carácter sobrenatural y mónstruoso á la manía del caballero y á las facultades del animal.

El espacio que franqueaba de un salto habia sido medido con toda escrupulosidad, y se encóntró esceder con una diferencia asombrosa las presunciones y cálculos tuas exagerados. El baron además no se servia, respecto al animal, de nombre ninguno partieular aun cuando todos los caballos de sus cuadras tuviesen sus nombres distintivos; este caballo tenia su cuadra separada á cierta distancia de las demás, y en cuanto á la limpieza y demás del servicio necesario, ninguno, á no ser · su mismo dueño, se habia atrevido á intentarlo ni aun á entrar en el recinto donde se hallaba su cuadra particular.

Se observó tambien que aunque los tres palafreneros que se habian apoderado de él cuando huia del incendio del Berlifitzing, hubiesen conseguido detenerle en la carrera con el auxilio de un lazo, ninguno de los tres podia afirmar que durante esta peligrosa lucha, ó en otro momento posterior, hubiese puesto la mano sobre el caballo. Pruebas de inteligencia particular en la conducta de un noble animal, no bastaban seguramente para escitar una atencion tan poco razonable; mas habia en este caso ciertas circunstancias que hubieran violentado á los espíritus mas escépticos y flemáticos, y se dice que algunas veces habia hecho el animal retroceder de espanto á la curiosa muchedumbre ante la profunda y remarcable significacion de su hierro, y que á veces el jóven Metzengerstein habia palidecido y se habia sus-
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