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quina del toldo, y la coloca allí con la orden de que no levante la vista hacia ningún hombre. A la mañana siguiente la sacan de la mano dos mujeres y la llevan al campo para que corra velozmente un largo trecho, hasta que quede bien cansada, para llevarla nuevamente al serrallo. Al ponerse el sol repiten la misma carrera. Al día siguiente, muy de alba, la hacen hacer tres atados de leña que debe ir á dejar al camino mas inmediato, en tres puntos diferentes. Este acto es una señal que se da á la tribu de que ya hay otra mujer entre ellos.

Termina la ceremonia con una gran celebración del estado útil de la india, que dura hasta que se acabe la carne y la chicha que se procuraron los padres de la festejada.

A los niños, apenas nacen, los lavan en el río y los colocan después en un cajón de tablillas amarradas que llaman dichas, sobre las cuales envuelven la criatura en mantillas de bayeta, que atan sobre los brazos y los pies.

Tapizan las dichas por dentro con pieles de carneros, y se las colocan en la espalda aún cuando suban á caballo.

Si la criatura llora, la dan de mamar sin sacarla del cajoncito.

Durante el trabajo afirman estas cunas portátiles en un arbol, ó las cuelgan de dos puntas para mecerlas con un látigo atado á las otras dos extremidades libres.

Las ligaduras que ponen á los niños en los brazos y pies, dicen que tienen por objeto hacerlos forcejear, para que salgan así fuertes y mejor musculados.

El uso de las dichas, es con el fin de que se crien derechos y bien plantados.

Desde que comienzan á dar pasos los tienen desnudos para que el chamal no dificulte sus movimientos; les colocan vestidos sólo cuando ya están ágiles y ejercitados en la carrera.

Durante la guerra, así como en los bailes y juegos, todos estos indios usan un simple braguero que no les impide el libre ejercicio de sus miembros.

EL castigo á los niños es considerado contraproducente y en pugna con la arrogancia y altivez que deben mantener para saber defender sus fueros y los de su raza.