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taciones; todos hallarán fria la palabra que ensalza al filántropo, al pensar que en cada choza hay un recuerdo más elocuente de su proverbial desinterés, que mi voz apagada y sin brillo. Y yo, que comprendo lo difícil de mi situación, sientá no tener el acento inmortalizador de Pariset para trasmitir o la posteridad la imájen de ese hombre singular, que tuvo el raro privilejio de ser entre nosotros la más alta personalidad de la intelijencia y de la virtud.

No podéis dudarlo, señores: voy á hablaros del señor doctor don Lorenzo Sazie, voy á hablar del sabio que supo elevar su modestia á la altura de su incomparable habilidad, voy á hablar del amigo noble y sincero, del cirujano sereno y brillante, del médico experimentado y sensible, del maestro afable y profundo. Historiador de una vida tan bien llenada, me congratulo de poder decir la verdad y de poder con ella sola despertar en el corazón de las personas que me escuchan las más ardientes simpatías hácia un noble carácter y hácia un talento incontestable.

Una misión tan difícil no podría ser desempeñada sin el apoyo de vuestra benevolencia; ni yo lo habría echado sobre mis débiles hombros sin el mandato de la Facultad de Medicina. Hoy que vengo á cumplir con este sagrado deber, espero que el recuerdo de aquel hermoso corazón y de aquella luminosa intelijencia prestará vida y calor á la imajen que voy á poner á vuestra vista: El Dr. don Lorenzo Sazie nació el 16 de Julio de 1807, en Mompezat, departamento de los Bajos Pirineos. Su padre, que era un honrado propietario, quiso dedicarlo á la carrera eclesiástica; pero las tendencias de su hijo hácia los estudios de ciencias naturales, se le presentaron como un obstáculo insuperable para la realización de sus planes.

El joven Sazie se desarrolló lentamente; su constitución delicada inspiraba serios temores á su familia, y en aquella época nadie habría podido figurarse basta qué punto la enerjía física de aquel niño tendría que robustecerse con el trabajo. Sus rápidos progresos estimularon al padre para dejarle seguir sus inclinaciones, y en medio de triunfos incesantes el joven Sazie recibió el grado de Bachiller en humanidades el 7 de Noviembre de 1825. Entonces fué cuando emprendió la lectura de los filósofos antiguos y de los clásicos de su país, que hacía su conversación tan amena y su instrucción tan sólida y variada.

Era ya tiempo deque Sazie fuera á establecerse en París, donde había de encontrar infinitos elementos de estudio; y en efecto, el joven fué confiado á los cuidados de un tío que debía enorgullecerse bien pronto de su protejido. Su protector, M. J. Cassaigne, consejero de la corte de Casación, oficial de