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DIEGO DE ROSALES.

dios de Chile grande variedad, que no puede faltar entre tantos desvarios. Porque vnos dizen que se conservaron en el Tenten dos hombres y dos mugeres con sus hixos. Otros, que un hombre solo y vna muger, a quienes llaman: Llituche, que quiere dezir en su lengua: Principio de la generacion de los hombres, sean dos, o quatro con sus hixos. A estos les dixo el Tenten que para aplacar su enoxo y el de Caicai, señor del mar, que sacrificassen uno de sus hixos, y descuartizándole en quatro partes, las echassen al mar, para que las comiessen los Reyes de los Pezes y las Sirenas, y se serenasse el mar. Y que haziéndolo assi, se fueron disminuyendo las aguas y volviendo a vaxar el mar. Y al passo que las aguas iban vaxando, a esse paso iba tambien vaxando el monte Tenten, hasta que se assentó en su propio lugar. Y diciendo entonzes la culebra Ten, ten, quedaron ella y el monte con ese nombre de Tenten, celebre y de grande religion entre los indios. Que como a misserables ha tenido engañados esta astuta Culebra, que engañó a nuestros primeros Padres en el Paraiso.

En la obscuridad de esta fabula parece que relampaguean algunas vislumbres de la verdadera historia de el Dilubio, porque reconocen inundacion general y el averse salvado en ella algunos hombres y las especies de los animales; el aver tenido avisos antes de el Dilubio; el aver offrecido sacrificio Noé despues de el; pero todo mezclado de errores, y confussa la luz con variedad de tinieblas. Ignoran los nombres de los que se escaparon en este su fabuloso Dilubio. Y eso no era mucho no teniendo escrituras, que aun teniéndolas, nosotros no sabemos con certidumbre los nombres de la muger y las Nueras de Noé, sobre que ay reñida controversia entre los interpretes de las divinas letras, como notó Benedicto Pereira. Y en lo que toca a la seguridad de que gozaron los montes sublimes, o Tentenes, no son tan de el todo fabulosos, como suenan. Porque si borraran el crecimiento de el monte y el subir a porfia sobre las aguas, saliendo de su assiento, hallaran en su fabor al Eminentissimo Cardenal Cayetano, que defiende que las cumbres de algunos montes demasiadamente empinados se eximieron de la general inundacion de el Dilubio, no llegando las aguas a vañar sus cumbres, aunque llegaron a recostarse en sus faldas. Y que cuando dize Moises que sobrepuxó el agua quince codos sobre los montes mas altos que estan debaxo de el cielo, se ha de entender del cielo aereo, y de aquellos que no sobrepuxan la region de el ayre, ni taladrando las nubes, se descuellan sobre ellas; porque los que con erguido cuello se lebantan sobre las nubes, quedan essentos de sus llubias. Y entre los que gozan de esta immunidad, cuentan el monte de el Paraiso, donde se escapó y fué recevido Enoc desde que le trasladó Dios de este mundo. Otros les dan esta prerrogativa al monte Olimpo, al Alto y al Atlante, a cuyas sobervias cimas digeron los antiguos que no les tocaron las aguas, respetando sus eminentes cabezas, atribuyéndolo a que excede su altura a la media region de el ayre.

De aquí filosofan que aviendo sido las llubias causa de aquella general inundacion, no podian las aguas crecer ni escalar mas arriba de la region de donde se fraguaban. Y a la obgecion que se haze que por que no se escaparon en sus empinadas cumbres algunos hombres, responde: que como estubieron siempre incredulos a la predicacion y Vaticinio de Noe, aunque veian llober, vivian con esperanzas de que cessarian las aguas y se serenaria el tiempo, como acaecia en otras grandes llubias