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LXIX
HISTORIA DE CHILE

    Siete ciudades gimen su mudanza
desmanteladas al coraje fiero
que assi se restituye, assi se abanza.
    El fin de tanto capitan guerrero,
i la defensa con victoria tanta
le niegan a esta guerra el paradero.
    Mas si le tiene, o Musa, canta, canta
solo tu assumpto, y deja al descursista
la ocasion diga que mordaz lebanta.
    Si mas quietud en mas sagrado Lista
busca tu natural, ya te le ofrece
del Evangelio la feliz conquista.
    La mies fecunda admirarás, que crece
en tan fieros y adustos naturales
lo que impossible a la rasson parece.
    Pero qué mucho, si obran inmortales
armados de constancia y osadia
los que aun el orbe es poco a sus raudales?
    La militar ardiente compañia
de Jesus que imitando sus proezas
la Caridad de Ignacio las es guia.
    Aqui verás vencer las asperezas
con que el mar de Chiloé quiebra su Histmo
en islas, en corrientes, en malezas.
Naufragar les verás aquel abismo
en la debilidad de embarcaciones
solo por augmentar el christianismo.
    Quántos, de gran veneracion, varones
al peligroso trato de esta vida
su vida an dado entre estas afficciones?
    Al fin de aquello y de esto entretexida,
con partes eruditas y cabales,
la general historia te combida.
    Venera con aplausos inmortales
¡o lector! la fragancia que derrama
rossa que da el rossal de este Rossales.
    Y tu, Chile, que vives ya a la fama
resucitando señor del olvido
por la voz docta que tus hechos clama,
    Con respecto al trabajo agradecido
prebee a sus desvelos la corona
del oro que Andacollo da bruñido.
    Pero es vil el metal, pide a la Zona
que le ministre de sus luzes bellas,
que a tanta erudicion y a tal persona
solo es corona digna la de estrellas.

Don Gerónimo Hurtado de Mendoza.