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DIEGO DE ROSALES.

que procuran es cortar al enemigo y revolverse con el para jugar de sus porras, macanas i toquis, con que quebran al enemigo lanzas, brazos y cabezas, con grande impetu i valentia, nombrándose a cada golpe, y a cada uno que derriban, con grandes voces i brincos, succédense las ileras de el escuadron una a otras como olas de el mar cargando sobre el enemigo para mezclarse con el, y la caballeria sale por los costados con grande impetu amparando la infanteria, entrándose por las picas y por las vozes de fuego de los Españoles, sin hazer caso de las valas, que como barbaros no temen el morir, y como esforzados desprecian los peligros, sin temor a la bateria que haze una vala. Y en revolviéndose con la caballería española, lanza por lanza, pueden apostarlas a qualquiera, y alcanza mas la suya por ser mas larga y haze mayor bateria porque tira el bote a dos manos y con todo el cuerpo levantado sobre los estribos. Pero el español diestro no haze caso de su furor ni de las ventajas de la lanza, que antes halla en eso ventaxa, porque la revate con arte y se le mete de modo que no se la dexa jugar, que lo que le aprovecha para dar el golpe y alcanzar mas por mas larga, le daña para retirarla y volverla a jugar. Los que se precian de... [1] otros a pelear cuerpo a cuerpo, con grande arrogancia retan a los Españoles, a los Maestros de campo i capitanes. Y dizen en voz alta al enemigo: "hartaos de ver el sol, que ya no le vereis mas, que aqui aveis de quedar muertos todos para que se harten de vuestras carnes los perros que están hambrientos, y las aves que al olor de vuestras carnes vienen ya volando a hartarse y cebarse en ellas." Y en las ocasiones que los Españoles, Maestros de campo i capitanes han salido con algunos indios arrogantes a pelear cuerpo a cuerpo, les han bastantemente humillado y desecho la rueda de su sobervia derribándolos muertos en tierra, como se verá en el discurso de la historia, que siempre han salido triunfantes y victoriosos [2].


  1. Inintelijible.
  2. El lector comenzará a comprender, desde el presente capitulo, la irresutible parcialidad del autor por los araucanos, cuyas costumbres se esfuerza en pintar con tanta maestría como agrado. Ya vimos que declara la Araucana una historia verdadera con relacion a las hazañas de los indios, i a este tenor se irá descubriendo en el misionero jesuita una aficion no disimulada por aquellos valerosos, pero pérfidos i crueles bárbaros.

    Esplícase esta predileccion en gran manera por la circunstancia de haber pasado el padre ROsales la mayor parte de su vida entre los indios, en cuyas tribus tenia indudablemente mucha influencia personal. Pero mucho tememos, como lo piensa Salvá, que ese entusiasta celo por la causa de los araucanos, en oposicion a sus propios compatriotas, segun observaremos mas adelante, fué el motivo que impidió la publicacion de su historia hasta los presentes dias.

    Por lo demas, no conocemos ningun escritor antiguo ni moderno que haya descrito con mayor suma de vivos i naturales detalles las costumbres militares de loe araucanos que el misionero-historiador, siendo digno de notar respecto de su veracidad, que, con corta diferencia, son las mismas que hasta hoi conservan.