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DIEGO DE ROSALES.

obispo de Placencia, y la relacion del caso que hizieron por escrito fué de esta manera:

Que yendo los susodichos desembocando por el Estrecho de Magallanes en los dos navios del obispo de Placencia, estando sobre las anclas con tres amarras en una rigurosa corriente y aguage, contra la corriente que va deste mar del Sur al del Norte, esperando marea para levarse con el fabor de ella, y corriéndole viento contrario para proseguir su viage, se le rompieron las amarras una a una y sin poder remediarse; dió a la costa el navio sobre la tierra firme, y con no mas de quince personas que peligraron, se salvó todo el resto de ella, y el Capitan Sebastian de Arguello, que assi se nombraba el cabo de la nave, sacó en tierra y a salvamento toda la demas gente, que fueron ciento y cincuenta soldados y treinta aventureros, cuarenta y ocho marineros, artilleros y grumetes, y veinte y tres mugeres casadas, y todas las armas, municiones, bastimentos y pertrechos. Y aviendo hecho de las velas tiendas y barracas, para que todos pudiessen aloxarse, puso en buen cobro las municiones y el sustento, que desde luego le comenzó a tasar y repartir con mucho concierto para que durasse, como la ocasion lo pedia. Y aviéndose passado el otro navio, que era la Capitana, sin querer recoger a ninguno de los que avian naufragado, le vieron caminar felizmente a la vela, que fué el que desembocó en esta mar, en quien venia Riveros, uno de los conquistadores de la tierra, que fué encomendero en Pilmaiquen, en el Estado de Arauco, de quien en su lugar heremos memoria.

Luego se metió el dicho Capitan Arguello con su gente la tierra adentro, inclinándose al Nordeste desde aquel sitio, que estaba en 50 grados y 13 minutos, a donde estubieron cuarenta dias assi por acomodarle todo para entrar la tierra adentro, como por no aver podido tomar la altura. Y despues de aver dexado alli diez piessas de todo genero de artilleria y jarcia con lo que no pudo llebar, aviendo caminado siete jornadas descubrieron gente que los venia a reconocer, aunque se les alargaron y de allí adelante fueron marchando con buen orden y cuidado, echando emboscadas de dia sobre los aloxamientos que dexaban y de noche echaban gente a lo largo, hasta que a otras jornadas tomaron lengua de un indio corpulento y blanco, con quien no se entendieron mas que por industrias, señas y visages, que los guió a una poblacion, donde antes de llegar a ella con dos leguas les acometió una junta de mas de tres mil indios, que a las primeras rociadas de las mangas de la arcabuceria huyeron con muerte de hasta cuarenta, y entre los heridos cogieron doze indios, y por no entenderlos se resolvieron de seguir a los que huian por su rastro y rombo, y dieron en una poblacion a orillas de un lago grande, donde tomaron, siguiendo a la gente que de ella salia, un golpe de mugeres y gente menuda, y hallaron mucho sustento de la tierra y cecinas de animales del campo, paxareria, pescado seco y otros mariscos. El Capitan se aloxó en 47 grados y fortificó, ordenando con bando público que nadie se ossasse a hazer daño ni a desordenarse en cosa alguna, y recogió en un cuerpo todas las criaturas y mugeres, haziéndolas demostracion de alagos y paz, y a los tres dias fué soltando algunas que llamassen a sus maridos, dándoles algunas cosillas de las que llebaban, y al fin, en menos de cincuenta dias, sin aver querido pelear mas, fueron y vinieron recados de una y otra parte, aunque no bien entendidos, hasta que por abreviar vinieron los caciques y