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DIEGO DE ROSALES.

industria y fuerzas. Tomaron su consexo como faciles, juntaron un buen esquadron, que con mucho silencio marchó por tierra, y Cordes por la mar se arrimó al puerto y ciudad de Castro. Enarvoló vandera de paz, y por ella le admitieron en la ciudad con toda su gente amigablemente. Manifestáronse los indios y luego les hizo la seña de su confederacion, saquearon el pueblo y le abrasaron con grande estrago de la ciudad. Retiráronse al navio y alli tomó Cordes a algunos vecinos principales que se avian opuesto con gallardia; dióles salvo conducto, y luego que los tubo en su poder los degolló y de nuebo se aloxó en la ciudad, muy contento de aver cometido tan detestable traicion y perfidia, propia de hereges que no saben guardar fe. Supo en Osorno lo que passaba el Coronel Juan del Campo, y aunque avian comenzado a revelarse los indios, acudió a socorrer a los Españoles de Chiloé con ciento y cincuenta soldados, y desaloxaron al pirata con muerte de diez y siete holandeses. Los demas con su Capitan Cordes se arroxaron al agua muy mal eridos, y si la varca no les favorece con tanta diligencia, peligran todos. No aguardó Cordes mas de la venganza de los Españoles, y temiendo su arresto, viró la mar afuera, y sin tocar en otro puerto destas costas, aportó a la Isla de Fidore, en las Molucas. Fué bien recevido de los Portugueses, los quales, asegurándole con disimulado agasaxo, le passaron a cuchillo a el y a sus compañeros, dexando vivos al piloto y a otros cuatro marineros de que se sirvieron en sus navegaciones. Este castigo refiere Ludovico Gotifredo, citado de Juan Theodoro Bry, que assi permite Dios que muera el traydor y pague por los mismos filos el mal trato que usó con los de Chiloé.

El Patache nombrado Buena Nueva, o Corazon Volante, de 75 toneladas de buque, aviendo embarcado en Holanda cincuenta y seis hombres, dió fondo en Valparaiso con diez y seis o veinte, enfermos los mas, solo nueve con salud. Saltaron en tierra con su Capitan Theodoro Gerardo, natural de la Esclusa; traian vna vanderola blanca y en el navio tremolaba otra del mesmo color. Allábase entonces el Capitan Jerónimo de Molina, Corregidor de la Ciudad de Santiago, que avia ido a castigar algunos indios que en Quillota conspiraban para revelarse, y el Gobernador Quiñones le avia avisado de la venida de los Corsarios y de lo que les aconteció en Lavapié. Con esto se previno de quarenta hombres de a caballo, y viendo que los holandeses salian con prevension de armas de fuego y cuerda encendida, presumió era estratagema la seña de las vanderas de paz, y mas considerando el navio tan bien artillado y que parecian en el pocas muestras de gente, de que inferia que estaba oculta y disimulada para la ocasion. Fundado en este discurso, les echó una emboscada de veinte ginetes, que repentinamente los asaltaron y hirieron al Capitan y otros, con que se retiraron prestamente. El día siguiente los llamó el Corregidor Jerónimo de Molina con seña de paz, a que respondió luego Gerardo en la barca con vna carta escrita en portugues en que referia que eran mercaderes flamencos catolicos de las provincias leales al Rey de España, pedian, ser recevidos como fieles vasayos de su Magestad, y permiso para comerciar en la forma que se practica en los Puertos de España. Ofrecian desde luego la nave con la artilleria, armas y pertrechos de guerra para el servicio del Rey, y añadía el Capitan que desde su niñez se avia criado en Portugal y que assi no avia incurrido en la comun reveldia de Holanda.

A todo le dieron credito y el Corregi-