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ANTÓN P. CHEJOV

abría ya la boca para empezar su relato, cuando dió la hora el reloj de la torre de Spasskauja.

—Las doce...—dijo uno de los jurados—. ¿De qué clase serán las sensaciones que experimenta en este momento nuestro acusado? El asesino pasa la noche aquí, en el edificio del Tribunal. Estará sentado o acostado, pero seguramente no duerme, y oye las campanadas de este reloj. ¿Qué piensa? ¿Cuáles son sus sensaciones?

Y los jurados olvidaron de repente «las sensaciones fuertes». Lo sufrido por el compañero que escribió la carta a su Natacha ya no parecía ni importante ni gracioso... Nadie volvió a relatar historias... Silenciosamente se desnudaron y se acostaron...