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HISTORIA DE UNA ANGUILA

bién en la novia. Ella te quiere, y tu repulsa la haría sufrir. Y, además, ¡qué bonita es! Te envidio.

El abogado suspiró y entabló una conversación sobre lo encantadora que era mi Natacha. Tenía gran poder descriptivo. Las pestañas de una muchacha o sus deditos eran para él temas inagotables. Yo le escuchaba con delicia.

—He encontrado multitud de muchachas; pero te confieso, como amigo, que una que se pueda comparar a tu novia no la he visto nunca: es una perla, una excepción. Tiene sus defectos, es natural; pero, a pesar de todo, es encantadora.

El abogado empezó a hablar de los defectos de mi novia. Ahora comprendo perfectamente que hablaba de las mujeres en general; pero entonces parecíame que trataba exclusivamente de Natacha. Notó con entusiasmo su naricita respingada, sus exclamaciones, su risa chillona, sus mimos; en una palabra, justamente lo que encantaba más. Todo eso parecíame infinitamente mono y gracioso. Luego, sin hacérmelo notar, pasó del tono entusiasta al paternal y hasta ligeramente despreciativo... Estábamos solos; no había ningún presidente de Tribunal para imponer silencio al abogado... No me daba tiempo de abrir la boca, y, además, ¿qué le podía objetar? No decía nada de nuevo: todo lo sabíamos. El veneno no consistía en las palabras, sino en la forma infer-