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HISTORIA DE UNA ANGUILA

Tapándose el pecho con la mano derecha y encogiéndose tanto como puede, entra rápidamente, hace un saludo general y se sienta en la primera silla vacía que puede encontrar, la cual resulta hallarse frente al francés.

—Seguramente está algo bebido—piensa Spitchkin al notar su cara avergonzada.

Le sirven un plato de sopa. Coge la cuchara con la mano izquierda; pero, acordándose de que esto no se usa, dice que ya ha comido y no tiene gana.

—Dispénseme... He ido a visitar al canónigo, y me ha convidado... obligándome a comer...

Se encuentra muy molesto; le ahoga la ira. La sopa huele muy bien y el pescado tiene un aspecto de lo más apetitoso. Prueba dejar libre su mano derecha tapándose la condecoración con la izquierda; pero le resulta incómodo. «Lo notarán; tendré la mano puesta sobre el pecho, como un tenor que se prepara a cantar. ¡Dios mío, que se acabe pronto esta comida! Iré luego al restaurante y tomaré algo.»

Después del tercer plato, levanta tímidamente los ojos hacia el francés. Tramblin está también visiblemente molesto; lo mira con un aire desconcertado, y tampoco come. Al notar que se miran mutuamente, ambos se avergüenzan y fijan los ojos en sus platos vacíos.

—La habrá visto el canalla; por su aspecto noto que la habrá visto—piensa desesperada-