mal. Encendamos la vela. ¿Dónde están los fósforos? Te voy a enseñar el retrato de mi jefe, que ayer se despidió de nosotros y nos dió a cada uno su retrato con su autógrafo.
Gáguim enciende la vela. Antes de haber dado un solo paso en busca del retrato, unos pasos resuenan detrás de él y se oye un grito tremendo, salido de los labios de su mujer. Esta le contempla con asombro, coraje y espanto.
—¿Has cogido esa bata de la cocina?—le pregunta con voz sorda.
—¿Por qué lo dices?
—Contémplate.
El consejero mírase al espejo y prorrumpe en un ¡ah! fenomenal. Sobre sus hombros, en lugar de su bata, ve el capote del bombero.
¿Cómo ha podido ir a parar ahí?
Mientras él trata de explicarse la cosa, su mujer se imagina otro cuadro terrible; su marido entra en la cocina; todo está obscuro, silencioso; se oye un cuchicheo, etc., etc., etc.
¿Qué es lo que pasa entre Gáguim y la cocinera? Marie Michailovna da rienda suelta a sus cavilaciones.