Página:Historia de una anguila y otras historias.djvu/227

Esta página ha sido corregida
221
HISTORIA DE UNA ANGUILA

—Mejor es no representar una comedia. Dile a tu granuja que se largue, ahora que está todavía entero. Nada se le ha perdido por acá.

—¡Está usted soñando, señorito! ¿Me toma usted por tonta? Me canso durante todo el día; corro de un lado para otro desde la mañana hasta la noche; no tengo ni un momento de reposo, y ahora me sale usted con historias como ésta. Le sirvo a usted por cuatro rublos al mes, pagando yo mi ropa y mi azúcar, ¿y debo escuchar ofensas como la que usted me acaba de dirigir?

—Basta de letanía. ¡Que se vaya tu soldado inmediatamente por donde ha venido!

—Usted comete un pecado—dice la cocinera—. Parece imposible que un caballero rico ofenda a una desgraciada como yo, que no tiene quien la defienda. Estoy sola en el mundo.

Y empieza a llorar a lágrima suelta.

—¡Basta, basta, Pelagia! A mí me tiene todo perfectamente sin cuidado. Es la señora quien me lo manda. En cuanto a mí, poco me importa que dejes entrar al diablo por la ventana.

Después de esta conversación, no le quedaba al consejero sino explicar a su esposa que se ha equivocado. Pero tiene frío y se acuerda de su bata.

—Escucha, Pelagia: ¿has cogido tú mi bata? ¿En dónde está?

—¡Ay, señorito, le pido mil excusas! Se me olvidó dejarla junto a su cama, y la colgué aquí en un clavo, al lado de la estufa.