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HISTORIA DE UNA ANGUILA

Pero al fin aparece un portero que anda despacio, gesticulando y hablando consigo mismo. Evidentemente viene del lugar del suceso y conoce la ocurrencia.

—¿Qué ha pasado, compadre? ¿Qué ocurre?—le interrogan las lavanderas desde su ventana.

—¡Un disgusto!—responde—. En casa de la viuda de Musurin, donde ayer hubo boda, han engañado al novio, pues en lugar de mil rublos le han dado solamente novecientos.

—¿Y qué ha hecho el novio?

—Se ha encolerizado mucho... ha cogido una navaja... ha desgarrado el edredón y lo ha vaciado por la ventana. ¡Mira cuánto plumón; parece nieve!...

—¡Se lo llevan, se lo llevan!—óyese por todas partes.

De la casa de la viuda de Musurin sale una verdadera procesión. Delante marchan dos guardias municipales, con aspecto preocupado; luego viene Aplombof, con su abrigo nuevo y su sombrero de copa alta; su semblante parece decir: «Soy un hombre honrado; no permitiré que me engañen.»

—¡En el tribunal veréis de lo que soy capaz!—murmura volviéndose a cada paso.

Detrás de él, llorando, vienen Dachenka y su madre. Un guardia, seguido de una multitud de chiquillos y cargado de papeles, cierra la comitiva.

—¿Por qué lloras?—preguntan las lavanderas a la desposada.