echa el velo del misterio sobre los acontecimientos...
Llega a su vez la mañana y hasta le da nuevo material para el
SEGUNDO Y ULTIMO TOMO
Es una mañana plomiza de otoño. Todavía no son las ocho; pero hay gran movimiento en la callejuela donde está situada la casa de la viuda de Musurin. Los porteros y unos guardias municipales corren con mucha agitación por las aceras. A la entrada se agolpan sirvientas con expresión de perplejidad en sus caras heladas por el frío... A todos los balcones asómanse los vecinos. En la ventana del lavadero aparecen numerosas cabezas de mujeres.
—¿Qué será esto? Parece nieve; pero no lo es—se oye de todas partes.
En el aire, desde los tejados hasta el suelo, revolotea algo blanco, muy parecido a la nieve. El empedrado, los faroles, las techumbres, los bancos de los porteros junto a las entradas de las casas y hasta los hombres y las gorras de los transeúntes, todo está blanco.
—¿Qué ocurre?—preguntan las lavanderas a los guardias...
Estos no contestan, hacen gestos desesperados y siguen presurosos su camino... Es que ellos mismos no saben nada.