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HISTORIA DE UNA ANGUILA

sistible de ponerse ante aquella mujer altiva, insensible, estúpida y feliz, y abofetearla. Piensa qué placer sería el suyo si pudiera ir en aquel momento a comprar un broche de lo mejor y arrojárselo a la cara: gózase con la idea de que Fedosia Vasilevna perdiera toda su fortuna y se viera obligada a pedir limosna, en tanto que ella, Máchenka, la ofendida por su altivez, le prestara auxilio... ¡Ah! Entonces comprendería las amarguras de la miseria y de la esclavitud. ¡Ah, si fuera posible recibir una herencia, comprar un coche y pasar ruidosamente por delante de sus ventanas!...

Pero todo eso era ilusorio; en realidad, no había sino abandonar sin tardanza la casa. Por otra parte, ¡qué terrible era volver a vivir en casa de su familia, donde faltaba lo más preciso! Máchenka no se siente capaz de ver de nuevo a la dueña, ni de seguir viviendo en su cuartito, donde se asfixia. Fedosia Vasilevna, medio loca con su pretendido aristocratismo y sus enfermedades imaginarias, le inspira horror, y todo lo que se relaciona con aquella mujer parécele feo e insoportable. Máchenka salta de la cama y empieza a embalar su equipaje.

—¿Puedo entrar?—pregunta en voz baja, del otro lado de la puerta, Nicolás Serguievitch, que se había acercado sigilosamente—. ¿Se puede?

—Entre usted.

Nicolás empuja la puerta. Sus ojos están