—¡No, no; un copec!
—¡Sois unos estúpidos! El rublo vale más que un copec—les explica—; el que gane me dará la vuelta.
—No, no; haz el favor de irte.
El colegial encoge los hombros y se dirige a la cocina a pedir a los criados alguna moneda suelta; pero en la cocina no hay moneda suelta.
—En tal caso, cámbiame el rublo—le pide a Gricha al volver de la cocina—; te pagaré por el cambio. ¿No quieres? Entonces, véndeme diez copecs por un rublo.
Gricha mira a Vasia de reojo; sospecha algún engaño... no se fía.
—¡No quiero!—repite, y aprieta su bolsillo.
Vasia empieza a encolerizarse, riñe a los jugadores, les llama «brutos y cabezas de asno».
—Vasia, te prestaré yo—dice Sonia—. ¡Siéntate! El colegial se sienta y pone delante de sí dos cartones. Ania lee las cifras.
—¡Se me ha caído un copec!—exclama Gricha inquieto—. ¡Esperad!
Cogen la lámpara y se arrodillan debajo de la mesa en busca del copec. Se empujan con las cabezas; sus manos sólo encuentran cáscaras de nueces, pero no el copec. Vuelven otra vez a buscarlo, hasta que Vasia le quita a Gricha la lámpara de las manos y la pone en su sitio. Gricha sigue sus pesquisas a obscuras.
Por fin encuentra el copec. Los jugadores