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HISTORIA DE UNA ANGUILA

reporta unos cincuenta rublos podemos estar satisfechos... y no son los casamientos los que los procuran...

Stichkin miró a la casamentera con estupefacción y se encogió de hombros.

—¿Cómo?—exclamó—. ¿Cincuenta rublos le parecen pocos?

—¡Naturalmente, es poco! Antes me ganaba cien rublos mensuales, y a veces más.

—¡Hum!... Nunca hubiera sospechado que este negocio fuera tan lucrativo... ¡Cincuenta rublos! Pocos hombres hay que ganen tanto... Pero ¡una copita, hágame el favor!

La casamentera trasegó otra copita sin pestañear... Stichkin la observó atentamente de la cabeza a los pies, y declaró:

—¡Cincuenta rublos!... Eso hace seiscientos rublos al año... ¡Una copita, hágame el favor! Con unos dividendos semejantes, puede usted, Liubof Grigorievna, encontrar un buen partido...

—¿Yo?...—echóse a reír la casamentera—. Soy una vieja...

—¡Por ningún concepto!... Tiene usted una figura... y una cara... blanca, llena...

La casamentera se turbó; Stichkin también, pero vino a sentarse a su lado.

—Usted puede gustar a cualquiera—le dijo—. Si encontrara usted un hombre serio, positivo, cuidadoso, aquí entre nosotros, ganaría usted bastante para convenirse mutuamente y contraer un matrimonio muy ventajoso...