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Historia de un amor turbio

ran las otras, sabiendo una que las otras no creían, sabiendo éstas que todas ellas no creían, y entre tanto se mentían admirablemente.

—Y hablan entre ellas—se decía—Nadie las oye; y se solazan en esa vil farsa. Fuera de 1 la hipocresía sexual para mentir de ese modo, debe haber algo profundamente podrido en toda esa gente. Antes, antes es posible que ( esa moral haya sido simulada, como simple adorno para luchar más por el sexo; pero ahora ya no les queda siquiera remota idea de la dignidad. Puah!

Eglé hacía lo mismo; pero desde que la conociera había presentido que tras esa vil educación había en ella real sinceridad, que podría explotar fácilmente cuando se enamorara de un hombre con dos dedos de conciencia.

En último caso, su aparente impasibilidad no era para Rohan sino un sencillo disfraz I de mujer muy sensible, y del que ella misma no se daba cuenta.