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Historia de un amor turbio

Rohan la miró y vió sus ojos azules turbados, á pesar de la tranquilidad de la voz. Los párpados le temblaban imperceptiblemente.

Él detuvo la mano en la suya.

—De veras?—le dijo en voz baja.

Eglé la desprendió con una sonrisa.

—De veras.

Rohan salió caminando apresuradamente, loco de contento. No veía otra cosa que su último momento con Eglé, su Eglé, siempre su Eglé, gozando su bullente felicidad en precipitación de pasos y apretones de manos dentro de los bolsillos, hasta reírse él mismo de su entusiasmo.

XII Al día siguiente, á las dos, no pudo menos de ir á lo de Elizalde. Ni Mercedes ni Eglé