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Historia de un amor turbio

menuzado en partículas semiinconscientes. Se veía á sí mismo, inmóvil, cerrados los ojos, las piernas envueltas en mantas, y sobre todo un terror inmediato de morirse, de estar vestido y muerto en la cama sin que él pudiera darse cuenta.

Esto durábale media hora—á veces más, pero raramente. En estos momentos le era insoportable cualquier presencia, aún la de su mejor amigo. Y este injusto sufrimiento para él y para el otro llevábalo á estados de profunda é íntima tristeza en que se compadecía á sí mismo.

A las cuatro, por fin, comenzaba á reaccionar decididamente. Su cabeza se afirmaba, sentíase mucho mejor y se levantaba. Salía á caminar, hacía algo y comía con regular apetito. De noche se encontraba perfectamente bien, el cuerpo caliente y el espíritu fuerte y expansivo. Pero como es natural, la reacción demasiado violenta — provocábale alegrías inmotivadas é insensatas.