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Historia de un amor turbio

pensaba seis ú ocho horas nocturnas veces de charla, únicamente con terribles alimentos. Esa noche tenía pesadillas y se levantaba al día siguiente con la frente caliente y la boca amarga; pero muy satisfecho de haber repuesto las fuerzas perdidas. Luego había suspendido las cenas; mas el estómago, maltratado sobrado tiempo, seguía mal.

Acogió de este modo el viaje a Europa, por lo que se refiere á su digestión, como uno de los tantos extraordinarios remedios con que cavilan los dispépticos — pero sin poner nada de su parte. Esto no obstó para que la vispera de su viaje comiera en lo de Elizalde todo aquello que es capaz de ofrecer una dueña de casa á un huésped sano y distinguido, y con más solicita razón á uno delicado del estómago.

—Un poquito de esto, Rohan; es muy liviano.

—Presumo que no, señora; gracias.

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