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Historia de un amor turbio

así, cuando al doblar la esquina vi un grupo delante de la puerta de Díaz Vélez, mis piernas se aflojaron—no de miedo concreto á algo, sino á las coincidencias, a las cosas previstas, á los cataclismos de lógica.

Oi un rumor de espanto allí:

—Ya viene, ya viene!—Y todos se desbandaron hasta el medio de la calle. «Ya está, está loco!—me dije, con angustia de lo que podía haber pasado. Corrí y en un momento estuve en la puerta.

Díaz vivía en Arenales entre Bulnes y Vidt.

La casa tenía un hondo patio lleno de plantas. Como en él no había luz y sí en el zaguán, más allá de éste eran profundas tinieblas.

—Qué pasa?—pregunté. Varios me respondieron.

—El mozo que vive ahí está loco.

—Anda por el patio...

—Anda desnudo...