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Los perseguidos

acostado, solo desde hace cuatro días, y que Vdes decir, yo no he pensado en Vd.

Supóngase que oiga claro una voz, ni suya ni mía, una voz clara, en cualquier parte, detrás del ropero, en el techo ahí en el techo, por ejemplo — llamándole, insultan.....

No continuo; quedó con los ojos fijos en el techo, demudóse completamente de odio y gritó:

—Qué hay! qué hay!

En el fondo de mi sacudida recordé instantáneamente sus miradas anteriores: él oía en el techo la voz que lo insultaba, pero el que lo persegula era yo! Quedábale aún suficiente discernimiento para no ligar las dos cosas, sin duda....

231 Tras su congestión, Díaz se había puesto espantosamente pálido. Arrancóse al fin al techo y permaneció un rato inmóvil, la expresión vaga y la respiración agitada.

No podía estar más alli; eché una ojeada al velador y vi el cajón entreabierto.