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Los perseguidos

Va á saltar me dije angustiado. Pero la obstinación cesó de pronto, y tras una rápida ojeada al techo Diaz recobró su expresión habitual. Miróme sonriendo y bajó la vista.

—Por qué no me respondió la otra noche en su cuarto?

—No sé.....

—Cree que no entré de miedo?

—Algo de eso...

—Pero cree que no estoy enfermo?

—No... por qué?

Levantó el brazo y lo dejó caer perezosamente sobre la colcha.

—Hace un rato yo lo miraba.....

—Dejemos!..... quiere?.....

—Se me había escapado ya el loco, verdad?...

—Dejemos, Díaz, dejemos!.....

Tenía un nudo en la garganta. Cada palabra suya me hacía el efecto de un empujón más á un abismo inminente.