Esta página no ha sido corregida
227
Los perseguidos
LOS PERSEQUIDOS 227 A las ocho golpeaba. Di mi nombre á la sirvienta y momentos después aparecía una señora vieja de evidente sencillez provinciana—cabello liso y bata negra con interminable fila de botones forrados.
—Desea ver á Lucas? me preguntó observándome con desconfianza.
—Sí, señora.
—Está un poco enfermo; no sé si podrá recibirlo.
Objetéle que, no obstante, había recibido una tarjeta suya. La vieja dama me observó otra vez.
—Tenga la bondad de esperar un momento.
Volvió y me condujo á mi amigo. Díaz estaba en cama, sentado y con saco sobre la camiseta. Me presentó á la señora y ésta á mí.
—Mi tía.
Cuando se retiró:
—Creia que vivía solo—le dije.
?