Página:Historia de un amor turbio - Los perseguidos (1908).pdf/226

Esta página no ha sido corregida
226
Historia de un amor turbio

Qué hace á estas horas? — me preguntó.

En esa época lo veía muy poco de tarde.

—Nada, Díaz Vélez le manda recuerdos.

—Todavía Vd. con su Díaz Vélez?—se rió.

—Todavía. Acabo de recibir una tarjeta suya. Parece que hace ya cuatro días que no sale.

Para nosotros fué evidente que ése era el principio del fin, y en, cinco minutos de especulación á su respecto hicimosle hacer á Díaz un millón de cosas absurdas. Pero como yo no había contado á Lugones mi agitado día con aquél, pronto estuvo agotado el interés y me fuí.

Por el mismo motivo Lugones no comprendió poco ni mucho mi visita de esa tarde. Ir hasta su casa expresamente á comunicarle que Diaz le ofrecia más chancacas, era impensable; mas como yo me había ido en seguida, el hombre debió pensar cualquier cosa menos lo que había en realidad dentro de todo eso.