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Los perseguidos

que le conté en lo de Lugones, era para burlarme de usted?

Si..

—Perdóneme que siga. ¿Lugones le dijo algo de mi?

—Me dijo.

—¿Que era perseguido?

—St.

—Y usted cree mucho más que antes que soy perseguido, ¿verdad?

—Exactamente.

Los dos nos echamos á reír, apartando al mismo tiempo la vista. Díaz llevó la taza á la boca, pero á medio camino notó que estaba ya vacía y la dejó. Tenía los ojos más brillantes que de costumbre y fuertes ojeras —no de hombre, sino difusas y moradas de mujer.

—Bueno, bueno, sacudió la cabeza cordialmente. Es difícil que no crea eso. Es posible, tan posible como esto que le voy á ~