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Historia de un amor turbio

á veces sorprendida de su desconsiderada terquedad. Si en verdad todos sabían que Rohan era amigo de ellos, únicamente, bien podría él comprender por qué le habian abierto la casa con esa facilidad. Rohan lo comprendía; pero como contaba escasamente con su corazón y nada con la fortuna á venir, haIlaba muy satisfactoria esa equívoca situación.

En cuanto a la pequeña Eglé, sus relaciones con ella se limitaban á muy poca cosa:

medio minuto de conversación, los miércoles de tarde, cuando la criatura volvía del colegio. Rohan la encontraba infaliblemente en Piedras entre Victoria y Alsina. El cruzaba la vereda y ella se detenía. Al principio, se contentaba con preguntarle cómo estaban en su casa y con enviar recuerdos. Una noche Mercedes lo fastidió dos horas con alusiones á ciertas citas que él tenía en la calle. Apenas al fin se había dado cuenta de que se refería á sus encuentros con Eglé. El miércoles si-