Página:Historia de un amor turbio - Los perseguidos (1908).pdf/206

Esta página no ha sido corregida
206
Historia de un amor turbio

perfectamente este detalle: durante medio segundo detuvo la mirada en un botón de mi chaleco, una mirada rapidísima, preocupada y vaga al mismo tiempo, como quien fija de golpe la vista en cualquier cosa, á punto de acordarse de algo. En seguida me miró en los ojos.

—Oh, cómo le val—me apretó la mano, soltándomela velozmente.—No había tenido el gusto de verlo después de aquella noche en lo de Lugones. ¿Venía por Artes?

—Sí, doblé en Viamonte y me apuré para alcanzarlo. También tenía deseos de verlo.

—Yo también. No ha vuelto por lo de Lugones?

—Sí, y gracias por las chancacas; muy ricas.

Nos callamos, mirándonos.

—Cómo le va?—rompí sonriendo, expresándole en la pregunta más cariño que deseos de saber en realidad cómo se hallaba.