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Historia de un amor turbio

III Indudablemente, dado el modo de la joven Mercedes debía ser, de las dos hermanas, aquélla con quien Rohan se hallaba más á gusto. En efecto, se querían cordialmente. Ni uno ni otro se esforzaban en buscar más plausible motivo á su afecto. Alguna vez, sin embargo, llevaron la gracia un poco lejos.

—Qué respondería Vd., señorita Mercedes, si yo le dijera un día que la quiero?

—Y si el señor de Rohan creyera estar seguro de que yo lo quiero, qué me diría?

Tras lo cual se echaban á reír, como era conveniente.

Pero dado que fuera de estos momentos de excesiva proximidad afectiva ó física, Rohan no estaba absolutamente enamorado de ella, las cosas quedaban ahí. La madre lo miraba