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Historia de un amor turbio

ba un momento el piano á la sordina, miraba uno á uno los cuadros, deteniéndose delante de ellos y observándolos como si no los hubiera visto nunca, y después de una hora volvía más aburrida á la cama. Estando nerviosa, su tormento eran las manos: no sabía qué hacer de ellas. Rohan se reía al notarlo, y Mercedes le hacía horribles muecas que su madre jamás podia contener. Cuanto más se burlaba Rohan, más las exageraba ella, aunque sabía bien que se ponía colorada y en ridículo.

En la segunda ó tercera vista de Rohan, la señora habiale preguntado con afectuosa indiscreción si descendía de los duques de Rohan, de Francia. Aquél, que en ese momento se miraba las uñas de cerca, respondió:

—No, señora; mi abuelo era zapatero. —Y levantó la vista, mirando tranquilamente á la señora. La familia cruzó entre sí una rápida ojeada, aprestándose á defender altivamente 2