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Historia de un amor turbio

pesadilla de ver constantemente á Eglé con el otro en situaciones idénticas á las suyas, todo eso iba perdiendo ya su ciega facultad de tormento en fuerza de analizar un millón de veces su esencia. La noche anterior había tornado, es verdad; pero ahora que se hallaba bien, bien, parecíale difícil volviera á recaer. Sobre todo, sentía un gran deseo de no envilecerse y torturar más á su Eglé.

«Como ejemplo de pelea, tenemos bastante.» De pronto acordóse, como de una cosa muy lejana, de sus sondajes y pozos artesianos.

«Pobres mis mechas» !—murmuró sonriendo.

Y pensó en los bellos trabajos que haría un día, ella á su lado, pero no como antes cuando la conocía únicamente en la sala, sino seguro ahora, tras ruda prueba, de su modo de ser.

De modo que hallándose el viernes de noche en plena convalecencia, el sábado se despertó alegre. Estuvo luego muy activo en